Es una frase muy manida la
evidencia de que las sociedades de todos los continentes se están transformando de un modo vertiginoso. Para este camino incierto, una renovada visión humanista ha aparecido
como aliada y protectora para este cambio de milenio. La aspiración a una vida
digna para todos nos guía en una crisis
que está siendo mucho más que económica: una quiebra social y humanitaria de la
llamada sociedad de la comunicación y la hiperconexión, pero donde permanece una vergonzante intolerancia con la diferencia y la diversidad humana.
Con este lienzo de fondo, una
mirada comprometida en educación nos exige,
a todo el sistema educativo, el desarrollo de acciones que trasciendan el
conformismo complaciente de logros pasados de una escolaridad universal que ya
es, a todas luces, insuficiente. Una activación que nos hará navegar raudos,
como piratas si fuera necesario, hacia
el tesoro que desde hace años nos prometimos felices en forma de escuelas con diseños educativos de una mayor
equidad, y favorecedores de aprendizajes de más calidad, pertinencia y
sentido para todos, de los que hemos sido capaces de forjar: el viejo
y eterno paradigma aspirante de la educación inclusiva, representado magníficamente por la
reclamación de crear escuelas que, de
una vez por todas, sean para todos y de
la consideración de la educación como un
bien común, compartido y esencial para la dignidad de las personas.
Incluir no es excluir. No podemos hablar de una acción y, en
realidad, hacer la contraria. No es posible continuar con este contrasentido
paralizante. Estamos en el momento de
poder alcanzar un amplio acuerdo social. Un pacto que hable
meridianamente claro de una educación, no sólo que se apellide inclusiva sino,
y lo que es más importante, esté diseñada
para incluir. Ya no basta con rechazar prácticas segregadoras que
nos parecen de épocas anteriores, es el
momento de no realizarlas,…de no permitirlas. Es tiempo de consolidar culturas,
políticas, modelos organizativos y prácticos que en verdad no excluyan. Y que
lo hagan desde el desarrollo de una educación, no sólo inclusiva, sino también de calidad, que posibilite participar y
progresar, del bien común que llamamos educación, a todas y cada una las
personas que constituyen esta sociedad diversa.
Incluir es el primer paso hacia la personalización de la educación
A veces, cuando hablamos de inclusión,
pareciera que soñamos con utopías. No falta razón. Estamos en un complejo y
difícil reto. Incluso controvertido. Quizás es que se trata de un desafío para
valientes. Un compromiso con la humanidad que nos lleve a los profesionales de la educación a
no mirar atrás e, incluso, a asumir el riesgo del error como una posibilidad,
como un conflicto para la mejora. Desde el convencimiento que es necesario
transformar las prácticas excluyentes en todos sus elementos, es preciso,
incluso, batallar contra nuestra propia manera
de pensar la escuela y transformar nuestro
cerebro docente esculpido a lo largo de decenas de decenios en culturas donde sólo
ha tenido cabida lo estándar.
Para esta #RevoluciónInclusiva que promuevo en esta reflexión, sólo puedo confiar en los docentes, y los
educadores en general, que son los
elementos esenciales para el cambio de perspectiva. Una innovación que partiendo de las prácticas, promovamos
modelos organizativos y políticos diferentes para llegar a la transformación
cultural de un sistema que , parece que desea innovar e incluir, pero en
realidad no mueve ficha en este complejo
entramado que es la educación.
Así, me permito pediros,
compañeros docentes, que invitéis a este
movimiento a muchos otros, a que tomemos el concepto de “innovación” desde el “desarrollo
inclusivo” de la educación. ¿Podemos imaginar la fuerza imparable de una oleada
de maestros, profesores y educadores que cada mañana en su agenda de innovación estuviera la nota de “diseñar una
escuela inclusiva”? Yo, sí.
Con respecto a la entrada leída he de decir que me parece realmente interesante y realista.
ResponderEliminarNuestro país habla constantemente del concepto de integración, se escucha en todos los colegios, en los institutos, de boca de los políticos, e incluso se encuentra en nuestra ley educativa, sin embargo todos lo vemos como algo fantástico. Cómo es posible, que un concepto del que todo el mundo habla, no se lleve a la práctica correctamente?
Como dice el texto hablamos de una utopía, una ilusión, a pesar de que inclusión es definido por la RAE como la acción y efecto de incluir, se trata de un hecho particular en nuestra sociedad, debido a que todo el mundo esta dispuesta en apostar por la inclusión, por la acción de incluir a aquellas personas que requieran una necesidades al resto del grupo, pero de lo que no nos damos cuenta es de que las necesidades que requieren esas personas, no son necesidades especiales, son necesidades humanas, como habla de ello la noticia publicada en la Sexta ("Educación, trabajo, oportunidades, amigos... ¿son necesidades especiales?": la emotiva campaña de unos jóvenes con Síndrome de Down), en la que manifiestan que no requieren de grandes necesidades, si no de las mismas necesidades que el resto de personas. Quizás no todos necesitemos en la misma medida unos aspectos, unos más, unos menos... pero lo que si es cierto es que hay un grand desconocimiento hacia la inclusión, no se trata de hacer de tu vida la de estas personas, si no hacer de nuestras vidas una amplia gama de diversidad compuesta por personas con distintas habilidades.
Destacar también, como el artículo también habla, de la gran brecha que vive nuestra sociedad. Es cierto que vivimos varias brechas, como puede ser económica, o política, pero existe una brecha social muy intensa, la cual nos hace ser reacios a la diversidad , llegar incluso a ser intolerantes con la diversidad humana, demostrando esto la escasez de valores éticos que esta teniendo nuestra sociedad, cosa que verán y aprenderán las próximas generaciones, degenerando cada vez más el concepto de inclusión, quedamente relegado simplemente a la integración.
Muchísimas gracias por tu amplio comentario Noelia.
ResponderEliminarMuchas gracias por su magnífica aportación, pues comparto su idea.
EliminarBien es cierto que hay mucha diversidad entre todos nosotros, pero son, con bastante prioridad, las políticas segregadoras las que ponen las diferencias entre cada uno de nosotros. Además, ya son varios años los que se vienen diciendo que las políticas educativas que están implantando son segregadoras. Es nuestro trabajo crear una escuela inclusiva y no dejar que se apoderen de nosotros. Quizá uno de los motivos que me llevo a estudiar educación (primordialmente porque me apasiona, me gusta ayudar a los demás) fue ver el trato que recibíamos los alumnos en el instituto donde yo asistía. Se hacía una separación de alumnos, por un lado, se juntaba a los alumnos inmigrantes y alumnos de etnia gitana en una clase y al resto de “españolitos” en otra clase. De esta última si repetías entonces te tocaba ir a la clase de los “inmigrantes y gitanos”. Y siempre me preguntaba si lo que se escondía detrás de esta práctica era la importancia de los números o la de los contenidos, porque se les estaba olvidando lo más importante, aprender.
ResponderEliminarPero el tema de la inclusión es muy amplio. Porque ¿Y si hablamos de la discapacidad? Existe un gran debate para este mismo. Siempre los miramos y pensamos: “pobrecito”. Y al final con nuestra mirada, pensamiento, objeción, etc, lo estamos marginando. Creo que es mejor hacer de la escuela un espacio donde todo el mundo tenga cabida. Y esto es igual para todo el mundo. Somos ciudadanos de un mundo que nos dejaron para cuidar y como base está el respeto. Hace falta más información para los padres, sobre todo aquellos que se preocupan por: “qué tipo de educación va a sufrir mi hijo”. Hace falta una revolución de todo lo que gira en torno a la escuela para romper con esas políticas segregadoras y rehacer la escuela, una escuela inclusiva en todos sus aspectos. Gracias por este Post.