Quiero comenzar este post disculpándome sinceramente contigo, José Antonio. Ha pasado más tiempo del que hubiera deseado desde que me regalaste La maestra, y lamento no haber podido leerla, pero deseaba hacerlo con la calma y la atención que merece. Quizás los libros —como las personas— también encuentran su momento. Y el de esta novela me ha llegado ahora, con la pausa y la disposición adecuada para saborearla como merece.
De todo corazón, gracias por ese regalo tan especial y por tu preciosa dedicatoria, que empieza con una frase que hoy hago mía: “mi admiración es mutua”.
Tu obsequio se ha convertido en la auténtica joya del verano de 25. He disfrutado enormemente de su lectura: ágil, amable y emocionante. Me ha atrapado ese estilo tan envolvente que, con sus constantes saltos temporales, va tejiendo encuentros entre pasado y presente, y ha mantendo en vilo mi interés de lector. Las descripciones —especialmente de las personas— son tan vívidas y profundas que han logrado traerme a los personajes al lado. Los he sentido cerca, incluso en cuerpo ( pues pretedia encontrar a Lali en cada maestra que conozco) y , especialmente, en mente.
Los personajes de esta novel son de los te dejan huella: Entrañables, complejos, humanos.... Nada de caricaturas ni de maniqueísmos. Aunque la historia se posiciona con claridad del lado de una maestra republicana —Lali—, la mirada que ofrece la novela es profundamente humana. No hay buenos ni malos absolutos. Hay personas, con sus contradicciones, sus heridas y sus esperanzas. Y eso, en una novela ambientada en uno de los episodios más trágicos de nuestra historia, es un logro admirable. Entrañable el alumno travieso Roque (el “peor de la clase”, se queda contigo); sor María, las mujeres republicanas compañeras de la cárcel, Salvador ... todos tienen una fuerza narrativa única;Lali, (cómo no) atrapada entre la vocación y la guerra,un corazón , un alma moral, el personaje de fuerza del libro; y Juana, con su alma guerrera, dispuesta a sacrificarlo todo menos sus valores más íntimos...
A partir de la mitad, la historia se acelera. Y ya no puedes soltarla. Avanzas capítulo tras capítulo queriendo descubrir cómo terminará esa vida atravesada por la vocación y el compromiso. Un final entrañable, que quizá se insinúa en las últimas páginas, pero que aun así emociona profundamente.
Como lectura para un maestro Lali encarna a las maestras de la Institución Libre de Enseñanza, reflejo de una escuela progresista, humanista y comprometida. La maestra transmite algo muy valioso: el sentido profundo de la labor docente. Lo hace con sensibilidad, con emoción y con justicia.
Y por eso, querido José Antonio, gracias otra vez por este regalo. No solo por el libro en sí, sino por la historia que cuenta, por los recuerdos que evoca y por el respeto que contagia hacia quienes decidieron enseñar, incluso en los tiempos más oscuros.
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