Y desde la escuela, también necesitamos escenarios donde cuestionar lo que hacemos y cómo lo hacemos.
#DíaMundialdelTeatro. #27demarzo
Por eso, presentamos esta pieza teatral breve:
EL MAESTRO INDOLENTE
(Monólogo crítico y con humor sobre la educación, las etiquetas y nuestras propias resistencias)
Un maestro o una maestra de aula ordinaria, con bata raída, taza de café frío en mano y actitud entre resignada y sarcástica.
(Se levanta el telón. El personaje entra al escenario, se acomoda el cuerpo como quien ya lo ha visto todo, toma un sorbo de café frío y comienza su parlamento mirando al público.)
¡Esto es supervivencia, no docencia!
Veintitrés, veinticinco personitas…
Cada una con su historia, su mochila emocional, su familia…
Y, por supuesto, su diagnóstico.
Porque ahora todos vienen con “papelito”.
Como si fueran electrodomésticos:
Con garantía, pero sin instrucciones claras de uso.
A nosotros nos dicen:
- Aquí tenéis a Óscar, que tiene TDAH.
Pues ya está. ¡Diagnóstico hecho! ¿Para qué más?
Si se levanta, si grita, si da vueltas como un ventilador… es “lo suyo”.
Acéptalo, que no es que la clase esté pensada para estatuas, no.
¡Es él, pobrecico! ¡Bastante tiene!
(Mirada cómplice, gesto de aprobación al público.)
Ella sugiere... nunca impone... ¡claro!
Grupos cooperativos, aprendizaje multinivel, ajustes razonables...
Y yo pienso: "Pero tú, aconsejadora, ¿has estado en una clase en mayo, con 27 grados y 23 criaturas sudando y discutiendo por un rotulador rojo?"
¡Ven tú, lo multinivelas, lo ajustas y luego me aconsejas!
O que se los lleve la PT, que para eso está, ¿no?
(Se cruza de brazos.)
Estas modas de la educación inclusiva… lo que quieren es que trabajemos más.
¡Eso sí! No bajan las ratios, pero sí el listón.
Que al final vamos a empezar a enseñar a leer… ¡en Bachillerato!
¿Personalizar el aprendizaje? ¿Diseñar tareas variadas?
¿Permitir diferentes formas de expresión?
¡Menudas milongas!
Con lo bien que van las fichas de lengua de la editorial.
¡Eso sí es sostenibilidad!
Yo las fotocopio y las reciclo.
¡Rediseñar, dice! ¡Patrañas!
(Con tono sarcástico.)
Los diagnósticos vienen muy bien, ¿eh?
A las familias, para explicar por qué su hijo no hace nada y ellos no pueden ayudarle.
A los críos, para decir: “Yo no puedo, es que tengo dislexia”.
Y a mí… para no tener que inventarme nada nuevo.
Y justificar por qué el niño no progresa.
(Se sienta, suspira con cansancio teatral.)
Total, ya sé lo que van a dar de sí:
Martina escribe mal porque es disléxica. ¿Qué quiere que haga?
Carlos habla mucho porque es de altas capacidades ,- vamos, un listillo-.
Ainara no mira a los ojos porque tiene TEA.- ¡¡¡Vaga!!! - eso es lo que es.
Y Óscar… bueno, Óscar es “el caso”.
(Pausa dramática. Se vuelve más reflexivo.
- "Es que no aprenden, es que interrumpen, es que molestan..."
Pero no vemos que muchas veces lo que estamos castigando no es su conducta, sino su manera de estar en el mundo.
Porque lo que hacen no encaja, y entonces lo censuramos con informes, con frases lapidarias, con ese “pobrecico, bastante tiene”…
Y así, les quitamos hasta el derecho a intentar.
(Se levanta, camina unos pasos.)
Al final, la etiqueta funciona como un calmante institucional.
Le ponemos nombre a la diferencia, la explicamos, y ya no hay que cambiar nada.
¿Para qué mirar el contexto?
¿Para qué revisar la metodología, los tiempos, los espacios?
No hay esfuerzo por cambiar el medio. Solo controlarlo.
Eso sí: el niño “viene así”.
(Pausa. Sonríe con cierta tristeza.)
Y las familias... también tienen lo suyo.
El otro día, la madre de Óscar me esperó a la salida —como si yo tuviera atención 24 horas— y me dice:
- Sé que mi hijo a veces se pierde, pero tiene muchas ganas de aprender. Solo necesita que alguien lo acompañe.
Y yo, claro, le solté mi frase de siempre:
- Con el diagnóstico que tiene... ya hacemos lo que podemos, señora.
Y ella me respondió:
- Yo también tengo diagnóstico, maestro.
Soy madre. Y ese no se archiva. Se lleva las 24 horas del día, los 365 días del año.
El otro día, la madre de Óscar me esperó a la salida —como si yo tuviera atención 24 horas— y me dice:
- Sé que mi hijo a veces se pierde, pero tiene muchas ganas de aprender. Solo necesita que alguien lo acompañe.
Y yo, claro, le solté mi frase de siempre:
- Con el diagnóstico que tiene... ya hacemos lo que podemos, señora.
Y ella me respondió:
- Yo también tengo diagnóstico, maestro.
Soy madre. Y ese no se archiva. Se lleva las 24 horas del día, los 365 días del año.
(Silencio. Una mosca. Me quedo helado.)
Y ahí…
me dio un pinchazo.
Pequeñito. Como de conciencia.
Pero se me pasó enseguida cuando recordé que tenía que corregir 23 exámenes de sociales.
Que eso sí que es importante: saber quién se ha esforzado y quién no.
Como si el esfuerzo fuera igual para todos.
me dio un pinchazo.
Pequeñito. Como de conciencia.
Pero se me pasó enseguida cuando recordé que tenía que corregir 23 exámenes de sociales.
Que eso sí que es importante: saber quién se ha esforzado y quién no.
Como si el esfuerzo fuera igual para todos.
(Mira al público, la ironía disminuye.)
La verdad es que a veces me asomo al aula de Elisa.
La joven. La entusiasta.
Ella trabaja por estaciones de aprendizaje… ¡vamos a poner el Metro en la escuela!
Rincones, materiales variados, estrategias diferentes para acceder y expresar, tiempos flexibles…
Da opciones para que la actividad se adapte al alumno y no al revés.
Los alumnos hablan, comparten, aprenden entre ellos…
Como si fuera… ¿cómo se llama?
¡Ah, sí! Una escuela cooperativa.
Óscar la mira desde la puerta.
Le brillan los ojos.
Y yo pienso:
-“Qué peligro esa inclusión para el nivel educativo.”
La joven. La entusiasta.
Ella trabaja por estaciones de aprendizaje… ¡vamos a poner el Metro en la escuela!
Rincones, materiales variados, estrategias diferentes para acceder y expresar, tiempos flexibles…
Da opciones para que la actividad se adapte al alumno y no al revés.
Los alumnos hablan, comparten, aprenden entre ellos…
Como si fuera… ¿cómo se llama?
¡Ah, sí! Una escuela cooperativa.
Óscar la mira desde la puerta.
Le brillan los ojos.
Y yo pienso:
-“Qué peligro esa inclusión para el nivel educativo.”
(Silencio. Vuelve el humor, más ácido.)
Bueno, yo cierro la puerta a las 14:05.
Que a mí no me pagan horas extras.
Y otro día sin partes.
Sin lloros.
Y, sobre todo, sin pensar demasiado.
Eso también es inclusión, ¿no?
Todos felices.
Que a mí no me pagan horas extras.
Y otro día sin partes.
Sin lloros.
Y, sobre todo, sin pensar demasiado.
Eso también es inclusión, ¿no?
Todos felices.
(Se encoge de hombros.)
Y si no… siempre me quedará el informe:
- “El alumno no sabe, no puede, no hace”.
La fotocopia como recurso para atender a la diversidad.
Los PTs y ALs para que me saquen a los críos y me liberen un rato.
Porque, claro…
“Cada alumno ya viene con lo suyo.”
- “El alumno no sabe, no puede, no hace”.
La fotocopia como recurso para atender a la diversidad.
Los PTs y ALs para que me saquen a los críos y me liberen un rato.
Porque, claro…
“Cada alumno ya viene con lo suyo.”
(Se pone de pie. Mira al público. Media sonrisa triste.)
Lo que nunca digo es que, en el fondo,
los que tenemos “lo nuestro”…somos nosotros y nuestras propias resistncias.
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