HACER Y ENSEÑAR A HACERSE BUENAS PREGUNTAS. HABILIDADES IMPRESCINDIBLES PARA TRANSFORMAR LA ESCUELA

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En mi experiencia como maestro, he aprendido que las preguntas son mucho más que simples herramientas para evaluar conocimientos. Son el motor que impulsa el aprendizaje, la reflexión y, sobre todo, el pensamiento crítico. Pero no todas las preguntas son iguales. 
Hay preguntas de bajo nivel cognitivo, que se centran en información factual y memorización (ej. fechas, nombres), y que, evidentemente, limitan las posibilidades de comprensión profunda del tema en cuestión,  y preguntas de alto nivel cognitivo, que requieren habilidades de pensamiento crítico, como analizar, resolver situaciones problemáticas y evaluar (sopesar opciones de entre varias posivilidades), Estas preguntas , no solo revelan si nuestro alumando comprende  un concepto en profundidad, sino que también generan nuevas preguntas para seguir aprendiendo. Por tanto, podemos decir que hay preguntas que cierran caminos porque solo buscan una respuesta correcta, y otras que los abren, invitando a explorar ideas, conectar conocimientos y despertar la creatividad.
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¿Qué hace que una pregunta sea “buena”?

Una buena pregunta no busca simplemente una respuesta, sino que genera más preguntas. Abre horizontes, estimula la curiosidad y nos obliga a pensar más allá de lo evidente. Por ejemplo, en lugar de preguntar ¿Cuántos planetas hay en el sistema solar?, podemos plantear: Si pudieras vivir en cualquier planeta, ¿cuál elegirías y por qué?. Este tipo de pregunta no solo conecta el conocimiento científico con la imaginación, sino que también invita a razonar, argumentar y justificar nuestras ideas.
Es un cambio de paradigma: pasamos de enseñar para responder a enseñar para pensar. Y este enfoque tiene un impacto transformador tanto en la escuela como en casa.

El poder de las buenas preguntas en el aula


En el aula, las buenas preguntas son una herramienta poderosa para fomentar el pensamiento crítico. Cuando planteamos preguntas abiertas, ayudamos a los estudiantes a analizar, reflexionar y encontrar múltiples perspectivas. Por ejemplo, en lugar de preguntar ¿Qué año comenzó la Revolución Francesa?, podemos proponer: ¿Habría ocurrido la Revolución Francesa sin la desigualdad social? ¿Por qué?. Con esta simple reformulación, no solo se recuerda un hecho histórico, sino que se analizan las causas y consecuencias, se genera debate y se fomenta la argumentación.
Este enfoque también transforma la forma en que los estudiantes perciben el aprendizaje. Dejan de verlo como un ejercicio mecánico de memorización para entenderlo como una experiencia dinámica y significativa. Además, cuando valoramos todas las respuestas, incluso aquellas que no se ajustan a lo que esperábamos, creamos un ambiente inclusivo donde los errores se perciben como oportunidades de aprendizaje.

Las buenas auto-preguntas para dialogar con IA

En un mundo donde la Inteligencia Artificial forma parte de nuestro día a día, enseñar a los alumnos a hacer y hacerse buenas preguntas, no solo mejora su pensamiento crítico, sino que también les prepara para dialogar de manera efectiva con las tecnologías. Las preguntas que se plantean a una máquina, conocidas como "prompts", determinan la calidad de las respuestas y, en última instancia,  nuestra capacidad para aprender con estas herramientas. 
Formular preguntas claras, abiertas y bien estructuradas permite a nuestro alumnado aprovechar al máximo la IA, transformándola en una aliada para la investigación, la creatividad y la resolución de problemas. 
Así, las buenas preguntas no solo abren puertas al conocimiento humano, sino también una nueva posibilidad de interacción permanente y cercana a traves de la tecnología para el progreso en construcción y transferencia de conocimientos.

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Preguntar bien en casa es ir más allá del "qué hiciste hoy"

Las buenas preguntas no solo tienen cabida en la escuela; en casa también son fundamentales. Una pregunta abierta puede transformar una conversación cotidiana en una oportunidad para conocernos mejor y fortalecer vínculos. Por ejemplo, en lugar de preguntar ¿Qué hiciste hoy en la escuela?, podemos decir: ¿Qué fue lo más interesante que aprendiste hoy y por qué te pareció interesante?. Esta pequeña variación cambia por completo el tipo de respuesta que recibimos y nos permite adentrarnos en el mundo de nuestras hijas e hijos.
Incluso las actividades cotidianas, como ver una película en familia, pueden ser el contexto ideal para practicar este enfoque. En lugar de preguntar ¿Te gustó la película?, podemos plantear: Si fueras el director, ¿qué cambiarías del final? ¿Por qué?. Con esto no solo fomentamos la creatividad, sino que también enseñamos a argumentar y defender ideas.

Enseñar a preguntar es una habilidad para toda la vida

Tan importante como responder preguntas es aprender a formularlas. Y esta es una habilidad que también debemos enseñar. Un ejercicio sencillo y efectivo es invitar a los niños a plantear preguntas después de cualquier actividad. Por ejemplo, al leer un cuento, podemos preguntar: ¿Qué dudas o curiosidades te han surgido después de esta historia?. Con el tiempo, desarrolla la capacidad de hacerse preguntas a sí mismas, lo que es clave para el aprendizaje autónomo.
Las preguntas del tipo ¿Por qué?, ​​¿Cómo? o ¿Qué pasaría si...? son excelentes puntos de partida. Si están estudiando volcanes, podríamos animarles a preguntar cosas como: ¿Qué pasaría si un volcán entrara en erupción bajo el agua? o ¿Por qué algunos volcanes están activos y otros no?. Estas preguntas despiertan no solo despiertan la curiosidad y refuerzan argumentos, sino que enseñan que preguntar es tan importante como responder.

Transformar la educación es enseñar a pensar

Creo firmemente que enseñar a preguntar es enseñar a pensar. Si transformamos nuestra forma de interactuar con los demás, ya sea en el aula o en casa, y empezamos a valorar las preguntas tanto como las respuestas, veremos un cambio trascendental en la forma en que aprendemos.
Cambiar el enfoque hacia preguntas más abiertas y significativas requiere tiempo y práctica, pero los resultados son profundos. No solo ayudamos a nuestros hijos, hijas o alumnado a pensar mejor, sino que también fortalecemos nuestra conexión con ellos. 
Preguntar bien no es solo una técnica; es una forma de construir relaciones más ricas y un aprendizaje más profundo.

Documentado en webgrafía y bibliografía:




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