PENSANDO LA INCLUSIÓN

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En el último decenio, la inclusión es el debate. Un término que se ha colado en nuestras vidas como una coletilla postmoderna que impregna todos los movimientos sociales, culturales, literarios o filosóficos.

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Al galope de esta moda, la educación inclusiva se ha presentado erróneamente en estos años como “una nueva educación”, como “ese invento de los modernos”. Sin embargo, la Educación Inclusiva es una filosofía inspiradora que empuja, mediante la reflexión comunitaria, a la creación de proyectos de transformación capaces de aglutinar a la comunidad educativa en torno a una línea común de valores y acciones: la justicia social.

Sin embargo, sucede que, por un lado, hemos manoseado tanto el término inclusión que ha creado "sus propios árboles para no dejarnos ver su bosque”.

El debate no es si la educación es inclusiva o no. La inclusión forma parte inherente del constructo educación: la educación, o es inclusiva o no es educación.

Por otro, la inclusión no es una moda sino un derecho que emana directamente de la Convención de 20 de noviembre de 1989, sobre los Derechos (humanos) del Niño. No es un invento, sino que se trata de conclusiones, a modo de acuerdo, que se gestan tras 10 años de reflexiones, debates y aportaciones de representantes de diversas sociedades, culturas y religiones.

Dos son los argumentos esenciales que defienden la necesidad de repensar la educación desde el enfoque inclusivo:

  • El primero habla de neurodiversidad. La evidencia científica sobre la neurodiversidad es rotunda: No hay dos cerebros iguales. Y es que el funcionamiento humano es diferente entre unas personas y otras porque sus cerebros funcionan también de modo distinto. Siendo esto así, ¿cómo podemos sostener una enseñanza estandarizada para todos?
  • El segundo pone el foco en las barreras. Llevamos mucho tiempo hablando de inclusión como igualdad, equidad y recursos, pero el cambio contemporáneo de perspectiva propiciado por las investigaciones de Ainscow y Booth, sitúa a la inclusión en la detección y minimización de las barreras que el ambiente pone a la participación y el aprendizaje de todo el alumnado. No es que el alumnado no pueda realizar (y por lo tanto participar para prender) tal o cual actividad, es que la actividad no está diseñada para que todo el alumnado pueda ser parte (participar) de lo que “se hace” con ella.
Este enfoque nos da poder (y responsabilidad) a los profesionales de la educación: el de modificar los contextos. En el diseño de situaciones de aprendizaje sin barreras está la clave de la acción docente. No son las capacidades diferentes las barreras que se interponen entre el aprendiz y el modelo, son los procesos mono-procedimentales que no permiten al aprendiz utilizar sus propias rutas de aprendizaje y sus puntos fuertes de expresión de lo aprendido.

Diseñar sin tener esto en cuenta nos hace que perdamos en el camino a alumnos y alumnas, no a causa de su diversidad sino porque nos quedamos esperando la idea de un niño o niña sin reconocerlo desde sus propios parámetros y diseñando educación para un de un estándar que nunca existió.


                                                    NOTA del autor: Este articulo ha sido publicado en Aula de innovación educativa, ISSN 1131-995X, Nº 317-318, 2022, págs. 7-8

1 comentario

  1. Pues así es. Tanto se ha hablado de inclusión que empieza a ser un término confuso (para algunos). Coordinación de los docentes y trabajo conjunto. Aclarar funciones de cada uno de los profesionales. En mi caso com PT, me encuentro con nuevas funciones y, muchas veces, sin poder deshacerme de las anteriores.

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