LAS HABILIDADES PARA LA VIDA: UN ENTORNO EDUCATIVO Y RELACIONAL PARA LA SALUD MENTAL

-
Imagen de Pixabay

Este artículo ha sido publicado por primera vez en


Es innecesario, por repetido, decir que el brote epidémico, que está padeciendo la humanidad durante más de dos años, de la enfermedad infecciosa producida por el coronavirus 2 (SARS-CoV-2), conocida como COVID-19 (acrónimo del inglés Corona Virus Disease), ha puesto al mundo a prueba. Sin embargo, es importante que la crudeza de los árboles caídos por esta pandemia en el día a día no nos impida ver el bosque de las previsiones que nos depara el futuro, a consecuencia de ella y del devenir natural de la especie humana.

Una de las cuestiones que ha dejado al descubierto esta situación, como ha indicado el Secretario General de Naciones Unidas, es lo que ha denominado “una seria crisis de salud mental[1] que tendrán que afrontar (que ya estamos afrontando) todos los grupos de edad, y especialmente, los niños, niñas y jóvenes en escolarización obligatoria.

Esta situación ha producido un visible quebrantamiento y una reconocible merma en el estado de salud mental infanto-juvenil que ha repercutido (igual que en otras situaciones de desastres y otras emergencias humanitarias, no quiero olvidarme la Guerra en Ucrania) tanto en las dinámicas relacionales y de socialización en los contextos escolares como en los procesos de enseñanza, de aprendizaje individual y colectivo (que son el objeto de este artículo). Un impacto importante en la salud mental escolar que, según Galiano-Martínez et al, “en ocasiones, es poco abordada desde ámbitos docentes por su relativa invisibilidad”.[2]

¿A qué nos referimos con una merma del estado de salud mental infanto-juvenil?

Según un estudio sobre la evolución del estado psicológico y el miedo en la infancia y adolescencia durante el confinamiento por la COVID-19, (Gómez-Becerra et al) en niños y niñas se han dado mayormente “problemas de carácter emocional y social, mientras los adolescentes presentan puntuaciones clínicas en los problemas de conducta y problemas con iguales, así como mayores dificultades relacionadas con los miedos”.[3]

La cultura docente no está preparada para el afrontamiento de esta situación escolar. Y no hablamos de los protocolos de actuación frente al SARS-CoV-2, que, dicho sea de paso, se ha resuelto de manera técnica con gran éxito, implicación y perseverancia de los y las docentes de cada centro educativo, a los que es preciso felicitar (una vez más). Hablamos de la nueva crisis psicológica que se nos ha echado encima y para la que no estamos preparados porque nunca había existido esta necesidad tan cierta. Quizás al contrario, la cultura docente y la sociedad en general, siempre ha mirado las enfermedades mentales con lupa…y recelo. La experiencia que he vivido como coordinador del programa SAED (Servicio para la Atención Educativa Domiciliaria) [4] nos mostró cómo no eran igualmente consideradas por el profesorado las enfermedades con riesgo vital, pongamos por caso, problemas respiratorios, que aquellas que sus certificados médicos manifestaban estrés, ansiedad o fobias a la escuela, aumentadas por la situación de confinamiento que estábamos viviendo y el consiguiente enfrentamiento a considerables retos personales en cuanto a un desarrollo saludable. Huelga comentar que esta situación descrita puso en compromiso la salud mental especialmente de las personas más vulnerables, entre las que se encontraba la población infantojuvenil.

Aun reconociendo que el párrafo anterior es más de percepción y opinión personal que científica, esta opiniones se consolidan con la observación de los datos recogidos en el Barómetro Juvenil 2021, elaborado por la Fundación Mutua Madrileña y Fundación FAD Juventud, de los que se extrae que “los jóvenes de entre 15 y 29 años los años 2017 y 2021, la cifra de los que perciben que su salud física es buena se ha desplomado desde el 86,7 al 54,6%, y si hace cinco años el 6,2% de jóvenes admitía tener trastornos mentales, el año pasado lo hicieron el 15,9%,[5] recibiendo la mayoría de ellos un diagnóstico clínico  de depresión y trastornos de ansiedad [6]

Factor R y TICs en medio del debate científico y cotidiano en su relación con las enfermedades mentales.

Hace unos días un colega me decía en un acalorado debate sobre las bondades y las lastras a las que nos había llevado la utilización masiva de las tecnologías de la comunicación para “salvar los muebles educativos” durante este periodo pandémico: 

Me ha saturado la virtualidad, se me ha roto…de tanto usarla. ¿dónde ha quedado el cara a cara, la gestualidad, el abrazo, la mirada…la socialización? ¿cómo hemos asumido, casi sin protestar, que somos digital-dependientes, y cualquier trámite cotidiano o administrativo precisa de “portales” que se pierden en la red. Desde una cita previa médica, la consulta de un dato de nuestra cuenta de ahorros o un trámite con cualquier administración pública se hace mediante “internet”. ¿Cómo vamos a llegar en un plis-plas al metaverso? Continuaba mi amigo: Ayer mismo me malhumoraba, y casi indignaba, que para hacer un trámite de subvención, para ayuda a la eliminación de barreras en la vivienda en Castilla La Mancha, a personas con más de 65 años, debía hacerse mediante el portal digital de CLM. Es más…mediante un proceso digital y administrativo tan farragoso que, ni alguien con una competencia C1 en Competencia Digital, sería capaz de resolverlo. Imagínate mi padre con 86 años.

Y tenía casi toda la razón. Lo digital nos ha saturado. Hoy hay voces que piden retrotraer ese salto cuántico al que nos arrojó el confinamiento general y parcial. o cuanto menos, revisarlo.

Y es que, como indica J. A. Gabelas [7]

“hemos llegado hasta aquí sin cuestionar el despotismo imperante de la tecnología y sus tecnoutopías, sin reivindicar una humanización de la tecnología desde una visión transdisciplinar, en la que educación, comunicación y salud se necesitan y convergen.

Estas “tecnologías” conducen también a una recuperación de los sentidos, articulada en lo que hemos denominado Factor R-elacional, donde las emociones y conexiones son sinápticas y visibilizan y expresan la implicación integral del ser humano”.

Ilustración José Antonio Gabelas

¿Es posible materializar el Factor Relacional en el plano educativo mediante una propuesta intermetodológica que relacione salud, educación y tecnología?

En línea con lo que vamos trazando en este artículo, la Organización Mundial para la Salud considera las denominadas Habilidades para la Vida (en adelante HpV) como claves de un nuevo desarrollo social, sanitario y educativo.

Si en 1946, en el preámbulo de su carta constitucional[8], la Organización Mundial para la Salud (OMS) definía salud como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedades”. En coherencia se define salud mental como

un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva, y es capaz de contribuir a su comunidad”. Y que “el desarrollo saludable del niño es de importancia fundamental; la capacidad de vivir en armonía en un mundo que cambia constantemente es indispensable para este desarrollo”.

Queda así descrita salud mental como constructo multidisciplinar que integra condiciones personales y sociales.

Como hemos visto, existe un serio riesgo de crisis de la salud mental en escolares de enseñanza obligatoria, y aunque en la infancia y adolescencia se sobrelleva mejor estas realidades, también es cierto que esta situación no se revierte “per sé”, por dejar pasar el tiempo, sino que es preciso generar una palanca que fortalezca el área sanitaria mediante la educación para el afrontamiento y la generación de resiliencia, no solo como terapia y resistencia frente a la situación sanitaria que vivimos, sino para el desarrollo de fortalezas que, a modo de experiencia y aprendizaje, ayuden a la educación integral de los jóvenes escolarizados.

Robustecer la salud mental de los ciudadanos, y especialmente de jóvenes y adolescentes, consistirá en crear disposiciones que hagan hincapié en tres pilares.

    1. Bienestar personal, es decir, lo relacionado con pensamientos positivos, una adecuada autoestima y el mantenimiento del optimismo.
    2. Bienestar interpersonal, es decir el cuidado responsable, las relaciones con los demás y el anclaje del sentido de pertenencia.
    3. Riqueza de capacidades y conocimiento para el aprendizaje, para la toma de decisiones y para las respuestas a los retos de la vida.

¿A qué llamamos HpV y por qué son importantes?

Las Habilidades para la Vida  son una iniciativa presentada en 1993 por la Organización Mundial de la Salud que se concreta en el fortalecimiento de tres grupos de destrezas y habilidades psicosociales humanas ( que derivan en bienestar psicológico), definidas ampliamente por las teorías sobre el desarrollo y la conducta humana, como componentes esenciales de un desarrollo saludable con uno/a mismo/a, con las demás y con el entorno.

La propuesta de la OMS ha logrado un amplio reconocimiento entre la comunidad científica. Cabe pues preguntarnos si este grupo de habilidades psicosociales catalogado como HpV pueden constituirse en el marco educativo donde navegar con garantías de éxito para en el actual ecosistema educativo. Como indica Lacunza, 2001[9],

Existe consenso en la comunidad científica respecto a que el período de la infancia y la adolescencia es un momento privilegiado para el aprendizaje y practica de las habilidades sociales, ya que se ha constatado la importancia de estas capacidades en el desarrollo infantil y en el posterior funcionamiento psicológico, académico y social. De allí que resulta valioso identificar cuáles son las principales habilidades sociales propias de la infancia y la adolescencia. (p. 165)

En este mismo artículo se puede observar como la investigación ha encontrado que estas habilidades particulares, relacionadas con las HpV son mediadores de conducta en la adolescencia como prevención y mejora de conductas no deseables y promotoras de un ajuste social positivo.

Su flexibilidad y aplicabilidad universal, ayudan a conformar un marco educativo donde inspirarse docentes para la creación de programas y proyectos que recorran trasversalmente las tres habilidades básicas que las componen.

En definitiva, podemos establecer un marco donde los tres pilares definidos como bienestar psicológico nos llevan a enunciar tres habilidades psicosociales: emocionales, sociales y cognitivas.

Estos tres grandes grupos de habilidades se diversifican en 11 capacidades , que pueden ser desarrolladas a través de tips educativos, 35 de ellos quedan señalados en la figura 1 como ejemplos para la creación de actividades para el aula:

Figura 1: Marco educativo para el desarrollo de las HpV (elaboración propia)


Esta mirada ha sido incluida en la nueva Ley Educativa (LOMLOE) dentro de la denominada

Competencia personal, social y de aprender a aprender:

La competencia personal, social y de aprender a aprender implica la capacidad de reflexionar sobre uno mismo para autoconocerse, aceptarse y promover un crecimiento personal constante; gestionar el tiempo y la información eficazmente; colaborar con otros de forma constructiva; mantener la resiliencia; y gestionar el aprendizaje a lo largo de la vida. Incluye también la capacidad de hacer frente a la incertidumbre y a la complejidad; adaptarse a los cambios; aprender a gestionar los procesos metacognitivos; identificar conductas contrarias a la convivencia y desarrollar estrategias para abordarlas; contribuir al bienestar físico, mental y emocional propio y de las demás personas, desarrollando habilidades para cuidarse a sí mismo y a quienes lo rodean a través de la corresponsabilidad; ser capaz de llevar una vida orientada al futuro; así como expresar empatía y abordar los conflictos en un contexto integrador y de apoyo.

Las Competencias Clave de la LOMLOE [10]

La relación de ambos paradigmas se plantea en la figura 2.

Figura 2: relación CPSAA y HpV


Para concluir, podemos decir que las circunstancias sanitarias y educativas devenidas de la situación de crisis sanitaria que vive la humanidad en este momento, mediadas por el concepto intermetodológico denominado Factor-R, encuentran en las habilidades para la vida “en niños y adolescentes” un enfoque para su desarrollo a través de la mejora de aptitudes con las que enfrentar en forma efectiva los retos de la vida diaria. Un enfoque alineado dentro de la nueva normativa educativa recogida en la LOMLOE como elemento curricular denominado Competencias Clave: Competencia personal, social y de aprender a aprender (CPSAA) concretada por medio por medio de los descriptores operativos para Educación Primaria y Enseñanza obligatoria.

Referencias

  1. Secretario General de la O.N.U. Unicef. Salud mental e infancia en el escenario de la COVID-19. Chile: Representación Unicef; 2020. Disponible en: https://www.consaludmental.org/publicaciones/Salud-Mental-infancia-adolescencia-covid-19.pdf
  2. Galiano, M. D., Prado, R. F. y Mustelier, R. G. (2020). Salud mental en la infancia y adolescencia durante la pandemia de COVID-19. Revista Cubana de Pediatría, 92. Disponible en http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-75312020000500016#B6
  3. Gómez-Becerra et al, (2021) Evolución del estado psicológico y el miedo en la infancia y adolescencia durante el confinamiento por la COVID-19. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 7(3), 11-18.
  4. García-Pérez, J.B. (2021) Aprendre, participar i socialitzar en temps de confinamentREVISTA GUIX – 477 (MAIG 21) – L’educació digital, avui
    1. https://www.grao.com/es/producto/leducacio-digital-en-temps-de-pandemia-gu477100950 El proyecto SAED-20/21 de atención al alumnado enfermo durante el curso 20/21, desarrollado por la Consejería de Educación de la Región de Murcia se puso en marcha ante la situación de crisis sanitaria producida por el COVID-19, mediante la creación de un dispositivo on line, que atendió (en sucesivos periodos) a más de 400 alumnos y alumnas de la Región que se encontraban confinados por riesgo vital, derivado de la exposición al coronavirus SARS-Cov2, para ellas y ellos mismo o sus familiares convivientes, recogido en la Resolución del 15 de octubre de 2020, por la que se modifica la resolución de la Dirección General de Innovación Educativa y Atención a la Diversidad, por la que se dictan instrucciones sobre la organización de la Atención Educativa Domiciliaria durante el curso 2020-2021
  5. Sanmartín, A., Ballesteros, J. C., Calderón, D. y Kuric, S. (2022). Barómetro Juvenil 2021. Salud y bienestar: Informe Sintético de Resultados. Madrid: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Fundación FAD Juventud. DOI: 10.5281/zenodo.6340841
  6. El estado de tu microbiota puede causarte depresión y ansiedad (elconfidencial.com)
  7. Gabelas. J.A. (2017) Comunicación digital, En https://ined21.com/modelo-basado-en-el-factor-relacional/
  8. OMS (1946). Constitución. Documento constitucional https://apps.who.int/gb/bd/PDF/bd48/basic-documents-48th-edition-sp.pdf?ua=1#page=7 en https://www.who.int/es/about/governance/constitution n
  9. Lacunza A.B.; De González, N.C. (2011) Las habilidades sociales en niños y adolescentes. Su importancia en la prevención de trastornos psicopatológicos. Fundamentos en humanidades, vol. 12, no 23, p. 159-182.
  10. Las Competencias Clave de la LOMLOE – Campuseducacion.com https://www.campuseducacion.com/blog/recursos/las-competencias-clave-de-la-lomloe/#Competencia_personal_social_y_de_aprender_a_aprender

1 comentario

  1. sandratovarpsicologa.com

    Siempre se debe buscar el acompañamiento de un especialista, como un psicólogo, cuando hay comportamientos extraños en los niños. La orientación profesional es crucial para comprender y abordar adecuadamente estos problemas.

    ResponderEliminar

Y tú, ¿Qué opinas?