Si sientes que llevas un tiempo haciéndolo todo mal, si crees que no tienes éxito en tus objetivos, si entras en bucle con tus pensamientos, culpabilizándote de todo y sintiendo desprecio de ti mismo, es que has caído en la trampa de la denominada crítica patológica.
Alimentar el foco negativo de nosotros mismos: la crítica patológica
El
psicólogo Eugene Sagan fue quien acuñó el concepto de crítica patológica con el
objetivo de ponerle nombre a la voz negativa, recalcitrante y aniquiladora de
nuestro autoconcepto. A pesar de que este diálogo con uno mismo puede estar
presente momentáneamente en todos, cuando se sistematiza en una constante
negativa interna, genera un excesivo desgaste que afecta a nuestro bienestar
psicológico y se convierte en una amenaza devastadora de la autoestima porque
acaba generando una desasosegadora sensación de inquietud y de inferioridad que
acaba minando la percepción de una imagen propia.
El
problema que la crítica patológica acarrea es que cuando uno solo es capaz de
verse desde los ojos del menosprecio y dirigir el pensamiento a los errores que
comete, su atención queda focalizada en esto y es incapaz de observar y
resaltar sus virtudes y fortalezas, llegando a rechazarse y negarse a sí mismo.
Además, el control de la atención se centra en los fallos personales y se van
generalizando a todas las áreas de la vida.
Tener la capacidad de
reflexionar sobre nuestra forma de actuar y nuestras experiencias, nos ayuda a
mejorar y a crecer individualmente. Esta
práctica siempre es constructiva para uno mismo si se lleva a cabo con el
objetivo de aprender de ella. Sin embargo, la crítica continua, intensa y
exagerada es excesivamente dañina y erosiona nuestra salud mental
progresivamente, pudiéndose convertir en una crítica patológica, destructiva y
tóxica.
Cuando
la crítica entra en bucle, enlazándose una con otra y magnificándose, se
convierte en patológica y esta se encarga de agrandar nuestros puntos débiles y
de desgastar diariamente la percepción de nuestra capacidad.
Los
pensamientos negativos se suceden y se van uniendo unos a otros, desarrollando
ideas negativas enlazadas que nos recuerdan nuestros errores, provocando una
sensación de baja valía personal.
“Soy
un fracasado, jamás llegaré a ser buen profesor porque he suspendido un examen
y ahora ni mi familia ni mis amigos me querrán porque no valgo nada y me
quedaré solo”
La patología de la retroalimentación negativa
La
crítica patológica se rige por una serie de valores y reglas de la vida que
nosotros mismos vamos creando, con el objetivo de comparar el “cómo somos” con el
“cómo deberíamos ser”, generando, tras cada nuevo balance la sensación de que
somos incapaces de llegar al “cómo deberíamos ser” mediante pensamientos “automáticos”
negativos. Dichos
pensamientos interfieren en nuestro comportamiento diario y en diferentes
situaciones, avivando los sentimientos de culpabilidad y desasosiego,
incrementando la percepción de torpeza, elevando los niveles de temor y
ansiedad, disminuyendo nuestro estado de ánimo positivo y, en definitiva,
infravalorando nuestras capacidades de ser, de hacer y de actuar.
La
autocrítica sistemática genera que la persona reaccione con elevado estrés ante
situaciones en las que, a priori, percibe altas probabilidades de fracaso, fomentando
la percepción de que no logrará sus objetivos o, directamente, provocando acciones
y actitudes que eviten enfrentarse a la situación. Esta secuencia genera
ansiedad anticipatoria, es decir, ansiedad antes de que llegue el problema y,
en consecuencia, expectativas negativas que congela la capacidad de afrontar y
aprender de los problemas y retos diarios de la vida.
Autorregular conscientemente tu voz interior mediante la práctica metacognitiva
¿Estoy
observando y analizando mis errores, con el objetivo de aprender de ellos, o
estoy juzgándome por ellos, criticándome y castigándome? Esta pregunta
metacognitiva es la clave para averiguar si estamos generando una crítica
positiva y constructiva.
Así,
la forma de hacerle frente a la crítica patológica es detectar la voz negativa
con el fin de desactivarla y con ello eliminar el malestar asociado a esas
autovaloraciones negativas que nos persiguen de manera obsesiva. Si logramos que dicha voz deje de paralizarnos
y de recordarnos nuestros errores pasados, contribuiremos a mejorar nuestro bienestar
psicológico.
El valor de las autoafirmaciones o cómo frenar la crítica patológica
Para
desarmar la crítica es fundamental utilizar autoafirmaciones que nos refuercen
positivamente y de las que aprendamos para cuidar nuestra autoestima. Estar atentos a esa voz interior es la forma de pararla
antes de que llegue a invadirnos y que consiga menospreciarnos y hacernos dudar
de nosotros mismos, bajando nuestra autoestima y la percepción de valía
personal, al magnificar nuestros fracasos.
Las
autoafirmaciones positivas, las críticas constructivas, nos ayudan a crecer y a aprender de nuestros errores sin
hacernos sentir fracasados y ayudándonos a crecer individualmente. La crítica
patológica, por contra, nos señala, nos descalifica y nos compara con los demás
dejándonos en desventaja, rememora constantemente los fallos cometidos y
origina un intenso malestar y pensamientos destructivos.
Recuerda: ¡vigila tus pensamientos!
Bibliografía
McKay, M. y Fanning, P.
(1991). Autoestima: Evaluación y mejora. Barcelona: Martínez Roca.
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