Cuando los políticos hablan de cambios en educación, nos vemos venir un nuevo sistema educativo...y casi nos da miedo.
Ya sabemos, a fuerza expectativas incumplidas, que un nuevo sistema educativo sólo cambiaría algunos nombres, alguna asignatura o área y algún pequeño modo de organizarlas, pero en esencia continuaría siendo este sistema que ya hace años quedó caduco: un sistema centrado en sí mismo.
Contendría un preámbulo extenso sobre los temas de siempre (y de nunca) y los aderezaría con unos pocos adjetivos de innovación y de re-innovación. En definitva, un lavado de cara que ya no consuela a casi nadie.
Sería difícil ver un nuevo sistema educativo con una organización curricular menos restrictiva, reguladora y estandarizada. Un sistema altamente improbable, puesto que una razón de ser de los sistemas es tener el control.
Contendría un preámbulo extenso sobre los temas de siempre (y de nunca) y los aderezaría con unos pocos adjetivos de innovación y de re-innovación. En definitva, un lavado de cara que ya no consuela a casi nadie.
Sería difícil ver un nuevo sistema educativo con una organización curricular menos restrictiva, reguladora y estandarizada. Un sistema altamente improbable, puesto que una razón de ser de los sistemas es tener el control.
Y controlar es algo que perpetúa mucho,
pero transforma muy poco.
La ansiada autonomía curricular
Reclamar -y proporcionar- autonomía a las instituciones es complicado en los tiempos que corren, cuando campa un concepto de autonomía más como posibilidad de remarcar diferencias que como una oportunidad de acercarte a las necesidades reales de las personas.
Aún así, dotar de autonomía a las instituciones educativa es un riesgo que debemos asumir todos los que creemos en la libre enseñanza, los que apostamos por la educación responsable con las necesidades de todo el alumnado -y por extensión de toda la ciudadanía-, los que trabajamos con la mirada puesta en una educación basada en principios democráticos, de participación y vinculada al terreno (que no tanto a los territorios), como única forma de arrancar compromiso a las comunidades hacia la comprensión de una idea muy sencilla:
Aún así, dotar de autonomía a las instituciones educativa es un riesgo que debemos asumir todos los que creemos en la libre enseñanza, los que apostamos por la educación responsable con las necesidades de todo el alumnado -y por extensión de toda la ciudadanía-, los que trabajamos con la mirada puesta en una educación basada en principios democráticos, de participación y vinculada al terreno (que no tanto a los territorios), como única forma de arrancar compromiso a las comunidades hacia la comprensión de una idea muy sencilla:
la educación solo tiene sentido
si busca el bien común,
de todos y todas, sin excepción.
Muchos docentes ya no queremos un cambio de nombre de sistema educativo, ni tampoco una revolución desde la máxima de cambiarlo todo para que todo siga igual. No deseamos engaños de lavado innovador de cara. Lo que deseamos es una transformación del sistema educativo que ya no vuelva a ser el que fue y no permita la vuelta atrás: ¿alguien desearía la vuelta al sistema sanitario de los años 60? Yo, no!
Un nuevo sistema educativo
Esta semana "trabajé" con una de mis alumnas un contenido de su aula de referencia: la clasificación de los sustantivo y los adjetivos. Y mientras que ella se preocupaba por conocer los "tipos" "subtipos" y "definiciones", con ejemplos sueltos e infrecuentes de sustantivos y de adjetivos y sus grados... yo me preguntaba si mi alumna utilizaría (integraría) estos adjetivos en uso frecuente, en contextos personales y académicos, para expresar sus sentimientos y para defender sus ideas, cuando escribe y cuando habla. Porque, creo, que eso es lo trascendental. Su morfología y análisis lingüístico es absolutamente decorativo en la escolarización obligatoria. Ciertamente nos puede servir como juego de análisis, de investigación, de manejo de puzzle,... pero no como el conocimiento definitivamente válido.
La lógica académica y curricular nos debería llevar a decidir que los alumnos en enseñanza obligatoria sólo aprendieran contenidos con los que se vayan a encontrar en su vida o que les vayan a ser de utilidad concreta y significativa en un tiempo a corto plazo. ¿Y de futuro? También! pero sólo si son utilizados significativamente con frecuencia, .. pues si no es así, los olvidarán y serán todavía más inútiles. Es más, la intensidad y la cantidad de los contenidos que se dan en la enseñanza obligatoria deberían ir en relación proporcional con la significatividad y presencia que éstos tengan en la realidad:
La lógica académica y curricular nos debería llevar a decidir que los alumnos en enseñanza obligatoria sólo aprendieran contenidos con los que se vayan a encontrar en su vida o que les vayan a ser de utilidad concreta y significativa en un tiempo a corto plazo. ¿Y de futuro? También! pero sólo si son utilizados significativamente con frecuencia, .. pues si no es así, los olvidarán y serán todavía más inútiles. Es más, la intensidad y la cantidad de los contenidos que se dan en la enseñanza obligatoria deberían ir en relación proporcional con la significatividad y presencia que éstos tengan en la realidad:
el divorcio escuela - sociedad
es una ruptura que comienza por los contenidos que en aquella se desarrollan
Todos los expertos en interculuralidad señalan desde hace tiempo como uno de los elementos excluyentes de la escuela, favorecedores del absentismo, del abandono y el fracaso escolar a que algunos alumnos no encuentren referencias culturales (entendiendo por cultura un modo muy personal de ser, sentir y actuar) cercanas en la escuela. Esta sangrante evidencia que hemos arrastrado durante tantos años con colectivos de etnia gitana o magrebí, no sólo se mantiene de un modo generalizado para las minorías, sino que el virus se está extendiendo a toda la población escolar.
El valor educativo del contenido
¿Cómo es posible que nos empeñemos en seguir diferenciando entre plantas fanerógamas y criptógamas y no entre los árboles, los frutos o cultivos que nos sirven para alimentarnos cada día, o que forman parte del paisaje de mi bosquecillo cercano o del jardín de nuestra calle?
Que es imposible conocer todo el conocimiento que tiene la humanidad es una afirmación de perogrullo, pero parece que es obligatorio repetir. Que es necesario seleccionar unos cuantos contenidos de ese ámbito universal y mayor al ámbito escolar, para poder ser utilizados en la escuela como desarrollo de competencias muchos más valiosas, es una afirmación simple para un maestro de hoy. Que los que deberían decidir sobre el valor de los contenidos y el esquema curricular son otros a los que lo hacen...parece de una lógica aplastante. ¿Qué menos que fueran los maestros y maestras, el profesorado en general, en común con sus alumnado y la comunidad educativa los que pudieran tener alguna decisión sobre ello?
Un currículum formado por contenidos para cada edad, que ayude a un alumnado concreto a conocer y a entender su mundo, solo puede emanar de los propios centros educativos. Ellos deberían ser los más cualificados para decidir qué contenidos se deben desarrollar y cómo pueden secuenciar de manera didáctica y con la lógica del propio contenido. Es preciso, pues, empoderar (y formar) a los docentes para que puedan ser esa voz cualificada , técnica y profesional, que tenga la capacidad para distinguir el grano de lo irrelevante.
Porque...¿qué valor educativo tiene un contenido? La respuesta la podemos buscar cada uno de los docentes con otra pregunta: ¿es este contenido susceptible de que mi alumnado pueda extraer un esquema conceptual propio? Y si no fuese así... ¿ podríamos promover un método con el que le ayudásemos a extraerlo?
A veces, hasta los contenidos que aparecen más evidentemente como importantes, no lo son tanto, o lo son en función de otras cosas que no es el contenido en sí mismo. En las Jornadas celebradas en Murcia en el seno del Proyecto Aula (P_Aula), Juan Mata profesor Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Facultad de Educación de la Universidad de Almería, ponía la duda en algo tan sencillo como la siguiente frase: ¿La lectura transmite valores?. Pudiera parecer que sí, pero...
Inmediatamente nos hacía reflexionar sobre tres cuestiones esenciales sobre las que tendríamos que interrogarnos siempre en cualquier contenido: ¿Qué valores? ¿Cómo es eso de transmitir ideas?¿A qué tipo de lectura nos referimos?
Me inspiró en una clave: la respuesta al valor de los contenidos está en los "paraqués".
La importancia y el valor del contenido estará en función de lo que ayuden al alumnado a comprender el mundo que le rodea.
El contenido como relación.
La cultura de los contenidos seleccionados para escuela como necesarios en los currículas oficiales son proclives a las clasificaciones, a los listados, a los vocabulario básicos y a las definiciones convencionales, pero muy poco a las relaciones y el sentido de los mismos.
FactorR , una vez más como aglutinador de una nueva perspectiva en educación.
FactorR , una vez más como aglutinador de una nueva perspectiva en educación.
Todos tenemos experiencias propias de que los listados y las definiciones desconectadas de la realidad desaparecen de nuestra memoria en un plazo de tiempo muy corto. Es más, desde la investigación de cómo nuestro cerebro aprende, no me cabe duda que cuando nuestro cerebro aprende a usar mucho la Memoria a Corto Plazo, flojea, por escasez de conexiones neuronales relacionadas, en su Memoria a Largo Plazo. Y eso lo puede "entender" como una "norma". Que el cerebro es capaz de adaptarse y aprender lo sabemos desde siempre, y ahora nos proporciona evidencias la neurociencia.
Así, por ejemplo, la escuela nos hace aprender la clasificación y definición de vientos alíseos y contra-alíseos , pero no nos hace pensar, ni usamos estrategias para ello, sobre las causas del porqué un avión tarda una hora más en ir a Nueva York que en volver. o sobre el proceso de toma de decisiones que Colón tuvo que adoptar cuando quería viajar hacia el oeste de la Tierra.
El uso de los contenidos como un valor a corto plazo es perder rentabilidad, y aprenderlos como listas y clasificaciones es malgastar la energía de nuestro cerebro que no teje relaciones que le permitan la supervivencia temporal de esa señal en la memoria.
Juanjo Vergara también me inspiró en este idea en las jornadas P_Aula. Nos hizo reflexionar en cómo los contenidos curriculares formales iban variando desde infantil (Conocimiento de sí mismo y autonomía personal, Conocimiento del entorno y Lenguajes comunicación y representación), a primaria y secundaria, y en este trayecto iban alejándose de los interés de los alumnos. A priori esta descentralización puede parecer lógica, pero observamos que también supone un alejamiento de los intereses de los estudiantes.¿podríamos alinear estas situaciones? ¿o es que a los adolescentes de ESO no les interesa, y conviene, el conocimiento de sí mismo y su autonomía personal, el conocimiento del entorno y los lenguajes de comunicación y representación que él utiliza?
El compromiso de un marco curricular abierto y flexible
¿Tiene sentido la agobiante cantidad de contenidos que no obedece a otra razón que a la tradición y la costumbre? ¿ es lógico dejar fuera de los currículos otros contenidos que nos permitirían conocer el mundo contemporáneo? ¿es preciso hacer el sobreesfuerzo de integrar esos contenidos , incluso de forma muy lenta y casi clandestina a la vida escolar? ¿podemos arriesgarnos a hacer una revisión permanente de los contenidos, lo que obliga a eliminar otros que consideráramos "irrelevantes" incumpliendo permanentemente la normativa curricular?
Una de las preguntas clave en la elección de los contenidos nos la recomienda el profesor Gimeno Sacristán:
¿Qué función social y cultural ha de cumplir la escolaridad para cada ciudadano y cómo plasmarla en un proyecto con unos contenidos?
Si se analizan los currículos, desde la educación infantil hasta el bachillerato, se comprueba que hay temas recurrentes, se diría incluso que obsesivos, que se tratan una y otra vez cada cierto número de cursos. La estrategia, al parecer, es el aprendizaje por repetición pero aumentando la dificultad. Pero el resultado no es el esperado porque, por citar un ejemplo, al finalizar sus estudios no se han formado grandes expertos en la digestión y el aparato digestivo, sino alumnos que saben dibujar un tubo en el que se conectan órganos pero que no saben alimentarse ni la forma correcta de comer y que además dudan al señalar dónde tienen el hígado o el estómago.
ResponderEliminarEs demasiado frecuente la figura del maestro de primaria que se maneja más o menos en inglés pero tiene dificultades para enseñar matemáticas, por no hablar de su habilidad con el dibujo, la música o todo aquello que suponga cierta combinación de creatividad y movimiento. Tan frecuente como pueden serlo los profesores de secundaria que desconocen mucho de lo que se les exige a los alumnos en otras asignaturas distintas de la suya. Es una realidad de nuestro sistema educativo que no está exenta de hipocresía.
Algo que casa mal con la supuesta formación integral que se pretende proporcionar a todos los que están escolarizados. Porque, si los responsables de esta formación no tienen esta vocación de globalidad, difícilmente puede conseguirse que la educación consista en algo más que en la preparación, por selección, de los futuros académicos.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/asignaturas/
Buenísima reflexión.
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