La escuela, de naturaleza conservadora, reproductora de cultura y costumbres, hace que la planificación del tiempo sea un ámbito cuyos principios se acepten por todos sin ser cuestionados.
El tiempo escolar es uno de los aspectos que mayor incidencia ejerce en el desarrollo de los procesos de aprendizaje de las personas, pero lo hace agazapado, escondido tras una parda literatura administrativa que es asumida sin rechistar por la mayoría de los docentes.
Si observamos todos los cambios (muchos o pocos) producidos en las últimas leyes educativas, el “tiempo escolar” ha sido sistemáticamente olvidado y continuamos funcionando en el dominio de la norma implícita: el tiempo escolar se ha convertido en prisionero del sistema tradicional de la planificación escolar.
Una vez más, la modificación del constructo “tiempo para aprender”, y una nueva estructura de los “tiempos para enseñar”, llegarán tarde a los sistemas educativos.
Fotograma de la película: El efecto mariposa
A pesar que la escuela (léase en sentido amplio) debe ser un espacio para aprender, continuamos configurándolo como un espacio para enseñar. Por ello, en la escuela, el tiempo escolar se organiza en base a la enseñanza, nunca del aprendizaje, lo distribuimos de manera objetiva en una cuadrícula, y le llamamos horario. El horario constituye otra forma más de jerarquía y poder de unos elementos sobre otros en el sistema escolar y en la propia escuela: la imposición tecnocrática de los tiempos de unos individuos sobre otros.
La administración, en su afán de monopolizar la organización escolar, cierra toda posibilidad al tiempo escolar, de erigirse como elemento de crecimiento de innovación y personalización del aprendizaje. En oposición a esta idea, lo transforma en otro mecanismo de control de las escuelas, del currículum y del profesorado: será que así, la administración, tiene asegurado también el control del alumnado, de lo que aprende y de cómo lo aprende.
Algo falla de inicio. ¿Podemos cerrar los tiempos para aprender en una tabla?
Un cuadro horario induce a la idea de una enseñanza fragmentada, de un conocimiento dividido y de unos tiempos para aprender establecidos globalmente de antemano y separados desde el razonamiento industrial y economicista de la producción y la eficiencia: el tiempo sociopolítico (que argumenta Hargreaves) de la administración. En esta interpretación, los horarios y calendarios ocupan el centro de atención preferente; existe nula empatía hacia el contexto, personas y relaciones; se rebaja el valor de las acciones pedagógicas y se anula la posibilidad de implicación colectiva del profesorado en pos de una burocracia que favorece el individualismo predominante en la cultura docente.
La realidad actual nos lleva directos a la certeza que el aprendizaje no distingue entre “horas de clase” y “horas de ocio”. Muy al contrario, el aprendizaje es líquido e informal; se escabulle entre cuadrículas horarias; se gusta fuera de espacios escolares opacos, estáticos y controlados; y se deja ver rodeado de calle, de realidad y de vida. El tiempo para aprender no entiende de normas ni atiende a regulaciones férreas. Otros “tiempos” exigen, inevitablemente, otra manera de comprender y definir una organización escolar, donde se prioricen los procesos de aprendizaje a los de enseñanza y sitúe al alumno en el centro de la misma.
Otros “tiempos” para enseñar
Fotograma de la película: El efecto mariposa
Los docentes no nos podemos sentir celosos de la idea de la centralidad del alumnado en el proceso educativo: nuestra guía y orientación es básica para conseguir un aprendizaje inclusivo, desde la perspectiva de una enseñanza para todos.
Ha llegado el momento de declarar que el conocimiento se adquiere de forma personal, intransferible e indelegable. Esta situación evidencia que una nueva organización del conocimiento requiere encontrar nuevas fórmulas, alejadas de la rigidez actual, que sean capaces de coordinar las necesidades del sistema y las de todos sus protagonistas: alumnado, profesorado y comunidad educativa guiados por una misma idea.
En la educación formal los tiempos de enseñar están regidos a golpe de sirena de factoría. Nos apoyamos en el convencimiento que la institución escolar basa en “la temporalización” toda su organización: horario de asignaturas, de alumnos, de cursos y de profesores; de estudio y de descanso; de lectura, de informática y de laboratorio…
Los horarios, lo queramos o no, son un símbolo de una enseñanza jerarquía e inmóvil. Los primeros días de cada curso, los docentes nos dedicamos a la organización de dichos horarios (que deben ser ratificados por instancias superiores) y que son imprescindibles para comenzar las clases con los alumnos.
En el colectivo docente, hay una gran tradición de negociaciones de los horarios: minutados, sumados, calculados…como si de una fábrica se tratase. Y los negociamos con administración, sindicatos, compañeros.
Seguramente plantearnos o cuestionarnos los tiempos docentes es poner patas arriba parte de la cultura escolar establecida (horario de permanencia en el centro, horario lectivo, horario complementario…) Pensar en otra organización de los tiempos docentes presenta dificultades en el ámbito del profesorado por lo que significaría de cambio en hábitos adquiridos. ¿Qué pasaría si el horario… fuera móvil, no estuviera circunscrito al centro escolar, no se dividiera en horas lectivas y no lectivas (porque todas las horas pasaran a ser horas de enseñanza)? Quizás estaríamos hablando de otros “tiempos” para enseñar.
Fotograma de la película: El efecto mariposa
Sabemos que es necesario asegurar el funcionamiento armónico de las instituciones educativas formales, y también informales, por medio de elementos que aseguren el aprendizaje en el alumnado, que al fin y al cabo es lo que importa. ¿Podríamos encontrar elementos de partida?
1No vincular el horario laboral del docente al horario de aprendizaje de los alumnos.
La flexibilidad de unos y otros, propiciará adaptar las obligaciones a las necesidades. Los bloques temporales de enseñanza del profesorado no tienen porqué coincidir con los bloques de aprendizaje de los alumnos.
Los profesores se mueven de unas aulas a otras y guían, orientan, ayudan, interactúan y comparten con los alumnos, aportando pluralidad de ideas, diversidad de conceptos, multiplicidad de disciplinas y perspectivas.
Los alumnos permanecen aprendiendo en un continuum temporal y conceptual (sobre un tópico, un problema o un reto) que trasciende la división por áreas, asignaturas.
2
Eliminar el reduccionismo que supone entender el tiempo y el espacio como elementos inseparables y escolares.
El tiempo de aprendizaje para los alumnos no es sólo el tiempo de permanencia en el centro y que por tanto, el tiempo de enseñanza también puede ser diferente: un docente actual enseña, guía y orienta más allá de los muros de la escuela.
El aprendizaje ubicuo y personalizado, rompe con los parámetros espacio-temporales clásicos. Aprendemos más allá del “aquí y ahora”: la comunicación permanente, la interacción virtual y el tiempo móvil. Es preciso potenciar otros espacios y otros tiempos en los que profesores y alumnos pueden interactuar para aprender y para enseñar.
Los tiempos para actividades formales (curriculares), informales (extracurriculares) y no formales (ocultas curricularmente), pueden unirse a lo largo de una secuencia temporal que une el tiempo formal y el tiempo informal. Es curioso ver cómo los proyectos de aprendizaje más atractivos se producen en horarios informales y no formales.
3
Ampliar los márgenes de decisión y autonomía del centro, del profesorado y de los alumnos respecto al tema del tiempo escolar y salvar las reticencias laborales.
Se trata de facilitar la autonomía a los centros para que planifiquen acorde a los objetivos y las necesidades de los actores principales en el escenario del aprendizaje. Es evidente que la homogeneización absoluta “robotiza” la creatividad e impide desarrollos eficaces y funcionales.
Tengamos en cuenta que la planificación móvil del tiempo del alumnado no implica una planificación diferente del tiempo del profesorado. Los bloques de asistencia a proyectos se mantienen en función de las necesidades del proyecto o plan de trabajo propuesto y consensuado colectivamente y de acuerdo a unas directrices generales.
Abrir la escuela a su entorno, utilizar la tecnología, tener en cuenta la heterogeneidad de los alumnos, diversificar las prácticas pedagógicas y las fuentes de conocimiento, y, de forma particular, fomentar la participación activa del alumno en la construcción de sus conocimientos, etc., objetivos todos ellos que requieren una planificación del tiempo variable y adaptable, es decir, móvil
“Del tiempo escolar uniforme a la planificación móvil del tiempo”
Aniko Husti
Bibliografía:
- Lara, B.; Acosta, M. y Ortega M.P. (2012): Tiempo escolar: Entre el aprendizaje y el desarrollo. Subjetividad y cultura. 27
- Vázquez, R. (2007). Reflexiones sobre el tiempo escolar Revista Iberoamericana de Educación (42/6)
- Varela, J. (1995). Categorías espacio-temporales y socialización escolar: del individualismo al narcisismo, en Jorge LARROSA (ed.), Escuela, poder y subjetivación. Madrid: La Piqueta.
- Hargreaves, A. (1992). El tiempo y el espacio en el trabajo del profesor. Revista de educación, (298), 31-53.
- Husti, A. (1992). Del tiempo escolar uniforme a la planificación móvil del tiempo.Revista de educación. 298.
- Escolano, A. (1992). Tiempo y educación: notas para una genealogía del almanaque escolar.Revista de Educación, (298), 55-79.
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