El sentido de la educación.

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Birds are burning

Cuando en estos días nos enredamos en  programaciones, estándares, criterios de evaluación, currículo por doquier, me entra un ataque de «admistrativitis» del cual tengo que «curarme» para seguir adelante. Durante este proceso de hartazgo tecnocrático me pregunto ¿Para qué sirve lo que hago? ¿Cual es el sentido de mi profesión? ¿Cuáles son los auténticos objetivos de la educación en la enseñanza obligatoria?

No necesito debatir mucho conmigo mismo. Lo tengo claro. La educación obligatoria tiene por objeto conseguir buenos ciudadanos, capaces de afrontar problemas reales y resolverlos de forma solidaria y creativa. Individuos preparados para trabajar, con otros, en la resolución de las dificultades que nos afectan como seres humanos (el hambre en el mundo que afecta a más de 800 millones de personas;  la desigualdad social, la sostenibilidad del medio ambiente combatir las enfermedades). Trabajadores incansables en búsqueda de la mejora de cada uno como ser humano;  Humanos capacitados para inventar y reinventar el mejor de los mundos posibles. 

Me detengo unos segundos. La verdad es que conforme lo escribo me voy releyendo y observando un porcentaje alto de utopía. Pero ¿qué es la enseñanza sin utopía?¿Qué es la reflexión sin filosofía? Aún así, me resisto a que ésto sea sólo utopía.  Y vuelvo a la realidad llena de «objetivos del currículo»  y de programaciones docentes. En esta realidad observo, gratamente, que todos los elementos enumerados están incorporados  en ese documento administrativo, casi de manera directa.

Me asalta la primera duda desoladora:  ¿Es  esto de lo que hablamos en la escuela, sobre lo que se enseña y se aprende como «contenido de conocimiento imprescindible» de todo ciudadano y ciudadana? ¿Por qué para hablar de desforestación, por ejemplo, hablamos de todo lo relacionado con los árboles menos de problemas y soluciones?. Llega la crítica. Entonces...¿ no debemos estudiar y conocer los tipos de árboles? También...pero siempre vinculados a  la vida que nos afecta, que influye a los chicos y chicas que pueblan nuestras aulas. Primer sentido de la educación: Enseñar, conocer y comprender conocimientos útiles para la vida de las personas.

Segunda duda razonable: ¿Desde la escuela se pueden construir estos conocimientos?.Yo como docente, ¿puedo orientar la enseñanza en mi aula hacia estas metas? La escuela, con todos sus problemas, ¿puede favorecer estos aprendizajes? Busco y encuentro respuestas en un apartado curricular donde habla de «competencias». ¿Las competencias se enseñan o las competencias se desarrollan? Se aprenden «entrenándolas» en el aula. «Vivencialidad» de los aprendizajes. El proceso de aprendizaje es más importante que el resultado. Encuentro el segundo sentido de la educación: propiciar ciudadanos constructivos y activos.

¿Pero puedo sólo?¿Cómo el sistema educativo y social colabora en el desarrollo de estos objetivos? Es la tercera duda. Seguramente la más difícil de resolver. Las escuelas no son islas. Me gustan las escuelas sin muros.  Una escuela aislada es un laboratorio irreal. El entorno social es el taller de trabajo de un docente y el campo de juego de los aprendientes. Las escuelas a la calle y la calle a la escuela. La escuela como una «realia cotidiana» que afecta e implica al alumnado. Encuentro el tercer sentido de la educación: Educar personas participativas, democráticas y responsables con y para su entorno cercano, en primera instancia y lejano, como segundo objetivo.

Todo esto no es nuevo. Lo sé. La educación encierra un tesoro, el cual he descubierto al finalizar el artículo. En educación no está nada mal repensar lo que uno ya sabe.

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