No es posible el desarrollo
de un currículum sin
el desarrollo de un profesor
L . Stenhouse
Hace ya unos cuantos
años, L. Stenhouse (1984)[i]
se sirvió de una analogía muy acertada para explicar qué entendía por currículo
escolar en la que lo comparaba con un recetario de cocina. Nos decía
Stenhouse que cada receta de cocina es imaginada primero, como posibilidad, y
luego, como objeto de prueba, que debe basarse en la práctica y que, dentro de
ciertos límites, puede variarse luego con el gusto.
El maestro de la teoría
curricular ya avanzaba en su libro La investigación como base de la
enseñanza[ii], que los
currículos son verificaciones hipotéticas de tesis acerca de la naturaleza del
conocimiento y de la naturaleza de la enseñanza y aprendizaje, y que
tales currículos son medios en los que las ideas se expresan en formas que las
hacen comprobables por los profesores en los laboratorios que denominamos
aulas. Continuaba afirmando que cuando los currículos no resultan articulados e
hipotéticos, sino que son implícitos y se hallan tradicionalmente sancionados,
entonces los alumnos son la materia de
experimentos sin control ni vigilancia.
Habiendo pasado 30 años,
y aún no gustándome la metáfora del alumno y el experimento, observo que las
cosas han cambiado poco en la teoría curricular. El currículo continúa siendo
un recetario. O peor aún, ha pasado a tratarse de un documento puramente regulador.
El último RD de currículo, dice textualmente que se entenderá por currículo[iii]: regulación de los
elementos que determinan los procesos de enseñanza y aprendizaje para cada una
de las enseñanzas y las etapas educativas, siendo los vocablos «regulación»
y «determinan», dos acciones que definen por
sí solas el espíritu del todo un Real Decreto.
Pero volvamos con la
analogía de Stenhouse. A pesar de los legisladores curriculares, los docentes
sabemos que podemos continuar con el concepto de currículo como receta, norma,
el que ordena y dirige el procedimiento señalado con el que "cocinar"
la enseñanza, e igualmente, somos conocedores de que tenemos una gran
arma secreta: que, como todos cocineros y cocineras, somos los dueños de
nuestra cocina. Somos los genuinos "Máster". ¿Conocéis algún
"Máster chef" que cocine al dictado de cualquier recetario culinario?
El currículo es, por
tanto, una receta que sólo adquiere su verdadera razón de existencia cuando es
llevado a la práctica, es decir, cuando es cocinado. Sin un profesor que lo
desarrolla no hay currículum que exista. Como indica Xabier Besalú[iv],
como objeto burocrático tiene poco sentido. Quizás hace funciones de orientador
de la enseñanza y el aprendizaje; una especie de manual de instrucciones que
guía, ordena y da continuidad y coherencia a la acción. El currículo prescriptivo
no es más que una receta que contiene unos ingredientes y un proceso
orientativo, pero que cuando se desarrolla, cuando se cocina, puede tener
infinidad de variantes y concreciones, que dependen tanto del proceso, de
las condiciones del contexto, de las características de sus propios
ingredientes, e incluso, del gusto del cocinero.
Juan Domingo Farinós escribía, y describía, hace
unos días en INED21[v],
la situación en la que viven los aprendientes del siglo XXI, donde la
escuela se encuentra con una situación organizada por medio del status (enseñanza vertical) y de
la información clasificada (ordenación curricular) y, añadía, que en esta
estructura, el estudiante no puede encontrar espacio posible alguno de participación proactiva que
implique un bien para sí mismo.
Creo coincidir con Farinós en afirmar que la
orientación habitual de la práctica docente (enseñanza) es errónea. Partimos de
los contenidos curriculares y los acercamos de modo, más o menos
motivador, al alumnado, olvidando que el alumnado puede implicarse en el
proceso abierto de intercambio y negociación de significados si, y sólo
si, los nuevos contenidos provocan la activación de esquemas habituales
de de pensar y actuar. Cualquier concepción innovadora del
currículum deberá olvidarse deliberadamente de las disciplinas y de la cultura
organizada y tendrá que detenerse exclusivamente en el estado del aprendiz, su
cultura experiencial y en el desarrollo de los proceso espontáneos como
consecuencia de sus intercambios con el medio.
¿Cueces o enriqueces? Pregunta clave para la
planificación curricular creativa.
Antes de responder a
esta pregunta, es necesario que afirme mi posición ante el concepto de educación
inclusiva, la cual parte de un irrenunciable aforismo: Cualquier mejora en la atención educativa pensada para la diversidad
del alumnado puede ser aplicada como mejora para la heterogeneidad del
alumnado. De ahí que haya tomado para el título de esta reflexión, la
acepción "de enriquecimiento curricular", derivada de la teoría y
practicas aplicadas a la atención a la diversidad por sobredotación
intelectual. ¿Acaso no podemos
enriquecer curricularmente a todos los alumnos y alumnas?
Cuando «cueces», es
porque tu función docente se limita a poner los ingredientes en la olla de la
clase y esperas pacientemente a que cuezan, lentamente o a presión, con
más o menos intervención o proceso didáctico-culinario. En esta opción la
evaluación será fácil; cuanto más se aproxime al «modelo de la foto» de la
receta (o criterio de evaluación), más nos aproximamos a la eficacia del
trabajo desarrollado.
Si enriqueces es porque
todos los ingredientes de la receta han sido analizados para esta situación
tomada como "situación única", donde los comensales van a ser los
protagonistas y directores de tu acción culinaria, o mejor dicho, educativa.
Aquí, el riesgo, las improvisaciones, las decisiones constantes… existen...y la
creatividad, también.
5 salsas que enriquecerán inevitablemente el currículo
escolar de cualquier grupo o aula.
- Planear siempre tareas
interdisciplinares. La
interdisciplinariedad es la forma directa de enriquecer el currículo desde
el propio currículo. Un mismo contenido, competencia u objetivo,
desarrollado desde distintas opciones, capacidades intelectuales o
disciplinas será, sin duda, un
currículo más plural, que ofrecerá oportunidades de un desarrollo ajustado
y heterogéneo.
- Diseñar tareas
multi-itinerario. Ofrecer
posibilidades de elección de diferentes itinerarios de contenidos y
tareas para el desarrollo de una misma competencia, un mismo estándar
de aprendizaje o un mismo objetivo. Es decir, diseñar distintos
procedimientos, teniendo en cuenta las particularidades de nuestra
aula, para abordar el mismo aprendizaje. De esta forma, el
diseño se torna horizontal y la verticalidad es a elección de cada
individuo.
- Promover la responsabilidad de hacer
al alumnado partícipe del diseño curricular, lo cual llevará implícito
el establecimiento de consecuciones de logro de manera individual o
grupal.
- Diseñar el currículo desde una
perspectiva de promoción de la educación activa e interactiva,
con acciones dirigidas al desarrollo de habilidades y procesos cognitivos
y afectivos, desde estrategias de solución de problemas, toma de
decisiones, creatividad, desafíos, retos, ...
- Ofrecer la vivencia de
experiencias escolares que trasciendan
al currículo ordinario que
hagan aflorar el currículo oculto e incluir al nulo o excluido. Para ello demos
equilibrio a la importancia entre todas las disciplinas; traigamos al aula
otros contenidos, otros modelos, otros procedimientos y, llevemos fuera
del aula lo aprendido en ella como potente instrumento de contraste y
reevaluación permanente sobre el aprendizaje elaborada por el propio
alumnado
Urge un nuevo currículum,
personal, creativo, innovador y disruptivo; que reconstruya sucesivamente el
conocimiento del alumnado de una forma no aditiva ni yuxtapuesta; pensado «en y
para» el alumno, más allá del legislado. Un currículum que recorra la espina
dorsal de la educación de abajo arriba, que utilice para su desarrollo
tecnología (medios, recursos, herramienta, artefactos…) actual, y que sea enriquecido con las cosas que, de
verdad, importan a los estudiantes.
[iii]
RD 126/2014 de 28 de febrero por el que se
establece el currículum básico de la Educación Primaria.
[iv]
Besalú, X. (2010). La educación
intercultural y el currículo escolar. En Miradas
en torno a la Educación Intercultural. Félix Villalba y Javier Villatoro
(ed). Ponencias del 1er. Congreso Internacional en la Red sobre
Interculturalidad y Educación.
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