Es el momento de repensar la organización de los centros. La cita de Heráclito en el título nos sirve para hacer explícita nuestra propuesta.
García-Pérez, J.B. (septiembre 2020)
Nada puede ser permanente, a excepción del cambio
(artículo en abierto)
La crisis social que vivimos empuja hacia un cambio educativo. Hacerlo posible precisa de intención y acción: no esperes resultados diferentes si siempre haces lo mismo, dijo sabiamente Einstein.
A falta de pactos globales y duraderos, la intención en la educación pública en los países democráticos deben ponerla, de una parte, los gobiernos, recogiendo las propuestas de la comunidad educativa (declaración de intenciones por medio de normativa) y de otra, la comunidad educativa general, que debe hacer propuestas para que sean recogidas por los gobernantes en un “viceversa” permanente. Es sencillo, se llama gobernar con la ciudadanía.
Llevamos varios meses que para buscar soluciones a una crisis educativa sin precedentes en el último decalustro, las instituciones rescatan de la mochila de la experiencia, programas educativos que ya fueron implementados en otras ocasiones. Pero se ignora a los docentes. Un “olvido” imperdonable.
Quizá hay que escuchar a De Saint-Exupéry: derecho, siempre adelante de uno, no se puede ir muy lejos. En educación hay una cultura “de continuidad” que lastra la innovación desde hace demasiados años. Cultura basada en lo que Edward Bono acuñó como pensamiento vertical: la resolución de problemas a través del método lógico tradicional, de lo que ya sabemos hacer.
Históricamente en educación proponemos erróneamente “innovaciones” en modo espejo: realizar un modelo que es reflejo de experiencias añejas pero aplicadas al nuevo contexto “problema”. Un ejemplo claro es la atención a la diversidad que no pasa a nuevos estados porque continuamos con modelos educativos basados en la atención a la homogeneidad.
Ha llegado el momento de la utilización del pensamiento lateral de Bono. Sí, un bien escaso, y poco cultivado en nuestro entorno, pero imprescindible para poder atajar problemas nunca sospechados: buscar soluciones a situaciones complejas que precisan superar la norma para repensarla y que se apoyan en debates de ideas que se salgan de “lo de siempre”. Se trata de escapar de las ideas preconcebidas y de que el avance se trace por medio de cambios de trayectorias.
Históricamente en educación proponemos erróneamente “innovaciones” en modo espejo: realizar un modelo que es reflejo de experiencias añejas pero aplicadas al nuevo contexto “problema”. Un ejemplo claro es la atención a la diversidad que no pasa a nuevos estados porque continuamos con modelos educativos basados en la atención a la homogeneidad.
Hemos depositado erróneamente toda la transformación en educación en los cambios metodológicos olvidando modificar, ni un ápice. el modelo organizativo (tiempos, espacios, estructura, servicios no docentes…) y así seguimos, en el mismo lugar que estábamos en el s. XX: potenciando estructuras del s. XIX para alumnos del s. XXI.
Cuanta razón, debemos reinventar nuestra forma de vida para así poder superar todos los cambios que hemos sufrido.
ResponderEliminarInteresantísimo artículo. Y me gusta mucho el título.
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