Después de un cálido y largo verano,
septiembre indica el inicio de un nuevo periodo. Docentes, familias, alumnos
volvemos a la escuela.
Hasta la publicidad hace la “vuelta al cole”. Las
ciudades vuelven a sus trabas circulatorias. Las rutinas, el sistema, la
máquina social- familiar-personal comienza a funcionar. La economía coge su
ritmo post turismo. El trabajo estructura nuestros horarios y nuestra vida.
Siempre he pensado que los años deberían
comenzar en septiembre.
Claro que para eso deberíamos celebrar la noche-vieja y comernos las 12
uvas el 31 de agosto…y es muy difícil cambiar tradiciones.
Me gusta septiembre
Como docente, septiembre es para mí un mes de proyectos, de ilusiones
que van más allá de la frase del primer día: ¿cuándo
caen los puentes este curso?
Pensar en nuevo curso, nuevos grupos, nuevos individuos con los que voy a
convivir durante los próximos 10 meses, me emociona. Se trata de grupos humanos
que llegan hasta mí de manera fortuita, casi aleatoria y que formarán parte de
mi vida indefectiblemente para siempre ¿A qué docente no le emociona
reencontrarse con antiguos alumnos?. Mis alumnos forman parte de mi entramado
social, de mis redes, de mi memoria y de mis alegrías.
Es una sensación extraña que me hace
soñar y me desasosiega a la par:
¿Cómo serán esas nuevas personas que van a
entrar en mi vida?¿Qué expectativas traerán?¿Me harán feliz?
¿Cómo haré para motivarles y que les guste venir a mi clase?
¿Cómo haré para que aprendan?
¿Les sabré hacer sonreír?
¿Despertaré su curiosidad y su atención?
¿Sabré guiarles por un aprendizaje auténtico?
¿Cómo haré para motivarles y que les guste venir a mi clase?
¿Cómo haré para que aprendan?
¿Les sabré hacer sonreír?
¿Despertaré su curiosidad y su atención?
¿Sabré guiarles por un aprendizaje auténtico?
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Las escuelas, colegios, institutos y
facultades abren puertas y ventanas y comienzan a ponerse de largo para el
inicio de un nuevo periplo de experiencias educativas que repercutirán
sensiblemente sobre cientos de miles de personas (nótese bien que no digo alumnos).
La máquina que representa el sistema educativo reinicia su andadura alimentando
el mito que los alumnos solo aprenden cuando se institucionalizan....como si el
verano hubiera sido un espacio en blanco: “…como
decíamos ayer”
Ya son 30 años, pero sé que puedo fallar
Por eso me gusta rebuscar y repensar nuevas formas de afrontar este reto que inicio, esta nueva aventura que supondrá aprender juntos. Cada curso es nuevo. Cada año diferente. No es fácil. No es exacto. Las relaciones son siempre inciertas. La inseguridad sobrevuela todo proceso de relación humana. La educación es uno de los procesos de relación más intensos que se
puede dar entre personas: comunicar, aprender, dar, escuchar, proponer, recibir,
emocionar, disfrutar, reír,… Por eso la relación en la familia es tan potente.
Los docentes tenemos la suerte de vivirlo también en nuestro trabajo.
Así, desde el 1 de septiembre, pondré todo mi empeño en esta nueva empresa docente. Una aventura en la que, seguramente, participan muchos de los lectores de este blog.
¡ Os deseo una buena Acogida a este nuevo curso!
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