La cultura escolar, tan
dispuesta a fraccionarlo todo, ha determinado que lo que denominamos trimestres
(también llamadas evaluaciones en argot docente) marquen el cierre y el inicio de un nuevo
periodo de la actividad académica en la enseñanza obligatoria. Para el alumnado,
acabar el trimestre con el sprint de los exámenes y la obtención de las correspondientes
calificaciones (o notas), supone un
desfonde, una ruptura psicológica con la escuela (léase «escuela» en sentido
amplio), que, desde mi percepción, es incompatible con la promoción de un
concepto «aprendizaje» placentero. Aprender no es algo temporal ni estacional, no
se hace por etapas. Aprender es un continuum empático con el gusto por crecer y
conocer. ¿Cómo hacerlo posible?
Quizás la asociación
errónea de tres creencias muy arraigadas en la sociedad (aprender es estudiar, la
finalidad de estudiar es examinarse y
estudiar requiere un esfuerzo memorístico -y de codos- que necesita
descanso -incluso olvido-, especialmente si los exámenes han salido bien) haya
llevado a la cultura docente a esta desafortunada relación. Pero ya hemos comentado
en otras ocasiones que «otra cultura
docente SI es posible».
Este posibilismo nos indica que por cada debilidad
organizativa del sistema educativo nace una nueva oportunidad de mejora. Así,
este calendario escolar fraccionado en trimestres, nos ofrece oportunidades de
cambio y mejora en cada «reinicio» trimestral.
¿La construimos entre todos?
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