¿Aprender para Evaluar o Evaluar para Aprender?

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No me cabe duda que la evaluación es el elemento más controvertido de los que conforman el proceso de enseñanza y aprendizaje. También uno de los más complejos y poliédricos. Quizás por ello es sistemáticamente olvidado o ignorado de los debates educativos. Tampoco tengo dudas sobre que  cualquier proceso de una organización debe ser evaluado y que  el proceso educativo no puede ser menos.
Primera idea: Evaluar es imprescindible e importante.
Evaluar es imprescindible pero ¿es posible «otra evaluación»?. Y es que, por mucho que se evoluciona  en ciencias como la neuroeducación,  se desarrollen investigaciones didácticas o aparezcan nuevos conceptos como pedagogíaRed,  se debate y progresa poco sobre evaluación. En cierto modo todavía no hemos superado un dilema trascendental y básico de la actividad evaluadora: ¿Aprender para Evaluar o Evaluar para Aprender? No acabamos de aclarar la relación directa que hay entre dos de los conceptos centrales de la enseñanza: Evaluación y Aprendizaje. De hecho, conocemos a muchos docente que opinan que cuanto más exámenes se hacen, más se estudia;  y que el  resultado de estudiar más es que se aprende más.
Segunda idea: evaluar no es hacer exámenes. (Sabemos que es una idea repetida, pero no por ello, desechada de la práctica). Tampoco estudiar es aprender.
Quizás por este motivo tenemos todavía dificultad para decidir si es necesario que nuestro alumnado, en primer lugar, aprenda, para después poder ser evaluado o, por el contrario, le evaluamos antes y durante el aprendizaje para que aprenda más y mejor. Esta indecisión continuará mientras mantengamos el léxico docente que hace sinonimia ente los sustantivos evaluación y calificación.  Y mientras que «calificación» se homologue a promoción, titulación, selección y validación social. ¿Es momento de romper con ello?
Tercera  idea: Lo importante es evaluar y tomar juicios. La calificación vendrá  de forma subsidiaria, pero nunca al revés.
No vivimos en otro planeta. Tenemos los pies todos los días bien pegados a las aulas y sabemos que en la enseñanza  actual no podemos dejar de “poner notas”. Es cierto. No se trata de alentar la insumisión (aunque estaría bien). Y digo esto porque, a veces, en el tema de evaluación actuamos con dobles raseros. Me explico: también nos obligan (incluso normativas tan deficitarias como la actual) a evaluar (y copio literalmente) tanto los aprendizajes del alumnado como los procesos de enseñanza y su propia práctica docente, para lo que establecerán indicadores de logro en las programaciones docentes. Y en esto, a veces, ya no somos tan sumisos. No recuerdo leer ninguna programación que incluya indicadores de logro del departamento, del ciclo o del grupo-curso.
Cuarta idea: No podemos perpetuar una evaluación tan reduccionista que sólo implique mirar hacia una parte del proceso.
¿Podremos superar en breve el estadio en el que nos encontramos actualmente? No. A no ser que desarrollemos un movimiento transcultural de la evaluación que nos lleve a nuevas formas de entender este aspecto tan importante de la enseñanza. Un movimiento realista, pero decididamente mejor que el actual. No esperemos que nos caiga como maná procedente de la legislación. La posibilidad de cambio está en nuestras manos porque todo lo que podamos proponer ya se incluye (aunque sea a través de una lectura arriesgada y entre lineas) en la legislación actual.
Quinta idea: Se trata de avanzar y en ese movimiento debemos implicarnos todos.
Si convenimos que  evaluación es la interdependencia entre tres elementos básicos, información, juicios y toma de decisiones, entonces no tenemos otro remedio que partir de presupuestos y dinámicas diferentes a las que habitualmente se desarrollan en la práctica  docente para llegar a una nueva práctica evaluadora que esté impregnada de  principios como personalización, contextualización, pluralidad, horizontalidad, democratización y actividad.  Estos sustantivos  la dibujan inequívocamente como una evaluación de todos, para todos y entre todos.
Idea final: No hablamos de «futurologia».
Muchos docentes están ya trabajando en este modelo. No hablamos de Evaluación alternativa. Desde aquí nuestra apuesta se orienta hacia la creación de una nueva cultura evaluadora que supere el modelo  restrictivo actual y que suponga un punto de no retorno  hacia una  la idea general esbozada en este artículo: «Evaluar para aprender».

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