EL DOCENTE DE HOJALATA

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La educación está cambiando, dicen,  pero la cultura docente continúa enquistada en la más rancia cultura de la administración.

Hoy es un día que me duele el magisterio, que me suena a hueco hablar de juntas de evaluación, de promoción, de exámenes de septiembre, de normativa, aprobar y suspender... Hoy es un día que toda la maquinaria educativa chirría en el eje más importante: el humano.

Mi trabajo en Aula Hospitalaria me llena de satisfacción cuando puedo ser tutor (bueno, co-tutor) de tantos alumnos que necesitan un empuje, un aliento, un apoyo que les comprenda, además de un maestro que les enseñe.

Hace unos días,  Igor ( no es su verdadero nombre), acudió a mí, su tutor emocional, para pedirme ayuda: "Maestro, tengo que repetir curso". 

Resulta que Ígor es un chico con una enfermedad oncológica desde hace dos años. Le conocí cuando cursaba 6º de primaria y pasó una temporada en el servicio de oncología infantil del Hospital Virgen de la Arrixaca. 

Las rutinas se sucedieron rápidamente: contacto con su colegio ( de toda la vida) y coordinación con su tutor y el equipo directivo para dar continuidad a sus aprendizajes. Una coordinación excelente y una acogida por parte de su centro perfecta: Estamos aquí para lo que sea necesario. Ígor es nuestro alumno y es un gran chico que se merece todo nuestro apoyo. 

Las semanas se sucedieron rápidas en el hospital. Efectivamente Ígor es un chico avispado, respetuoso y trabajador (a pesar de la situación nada confortable por la que atraviesa, con tratamientos farmacológicos nada amables, pero con los mimos que prodigan y ambiente especial que se respira en todo este extraordinario servicio médico). 
Su familia, una vez pasado el primer momento, es una familia comprometida, preocupada por su progresión, sin ningún tipo de diferencia a otras familias por su procedencia extrajera y su condición de inmigrantes, intuyendo en su paternal corazón, y sin necesidad de explicaciones,  que parte de la cura de su hijo depende de las expectativas de futuro que pongan en su vida: la actitud positiva y proactiva es la mejor de las terapias sanadoras.

Una vez pasado el tiempo de hospitalización, el apoyo domiciliario funcionó como un reloj y, con gran esfuerzo de chico y de sus maestros, Igor se graduó con sus compañeros de curso de siempre y promocionó al  curso siguiente: Mira mis notas, maestro, - vino todo orgulloso al aula, en una de sus visitas al hospital, a mostrarme  sus calificaciones al finalizar el curso.

Pero su enfermedad continua. Tratamiento tras tratamiento de quimioterapia, Ígor continua luchando por su vida como un jabato, como sólo saben ese grupo de personas que la vida les muestra que son mucho más fuertes de lo que nunca pensaron. Días buenos y malos se suceden. Nuevos ingresos y altas, dudas y esperanzas: la incertidumbre de la vida  se manifiesta en estos casos con todo su voracidad...e Ígor la va sorteando, entre sonrisa y sonrisa, a veces, y entre lamento y lamento en demasiadas ocasiones. Muchas más de las que merece cualquier ser humano.

Ígor, se matricula en 1º de ESO,en su nuevo centro de secundaria y,  a pesar de no tener previsión de asistir , desde el aula hospitalaria tenemos una tutoría con su centro, donde equipo directivo y equipo docente quedan informados de la situación de Ígor. Comienza a aparecer en una lista de alumnos sin ser conocido por su profesores, ni su tutor, ni algunos de sus nuevos compañeros. Sólo conoce a sus profesores de apoyo domiciliario, que le ayudan a continuar pero que no tienen la potestad de firmar un acta de evaluación, algo que sólo pueden hacer los profesores. ¿Se puede evaluar a un alumno que no se conoce? 

Se suceden los meses e Ígor continúa con su periplo de tratamientos: ahora este fármaco, ahora este otro. Ahora tomo dieciséis pastillas diarias, ahora solamente 15.

En el mes de mayo, padre e hijo, piden permiso para asistir al IES al equipo médico que les trata. No es que se encuentre mejor. Es que el niño necesita recuperar su vida social y emocional y su lugar natural de relación es el centro educativo. El equipo médico así lo entiende y, tras advertirle de los riesgos, deciden que puede ir al IES

Desde el aula hospitalaria estudiamos con la dirección del centro  una entrada progresiva y  se genera un horario adaptado, donde sólo asistirá a algunas asignaturas (aquellas  que  el horario permite combinar con sus visitas al médico  y que le permita asistir al centro de manera lógica sin periodos de espera ni huecos. Todo bien. Muy bien.

Durante los dos meses el alumnos asiste al centro y deja de proporcionársele apoyo domiciliario. Hace sus exámenes de junio y septiembre y aprueba todas las asignaturas excepto educación plástica, sociales y matemáticas. Seguramente no llegó a los estándares mínimos. 

La junta de evaluación decide que el alumno repita curso, a pesar de poder tomar la decisión extraordinaria, y en base a las posibilidades de continuar con su progresión académica, de promocionar con tres suspensas ( en tanto en cuanto que no son lengua y matemáticas juntas).
No hay ni una sola voz en esa junta de evaluación que defienda, pensando en el alumno y en su situación de enfermedad, (que dicho sea de paso, no evoluciona)  sea más beneficioso (académica y emocionalmente) proseguir con su grupo de amigos y compañeros que repetir curso. 

Una vez más, el sistema educativo sólo valora el fracaso, pero  no el éxito de las asignaturas que  se superan. Tampoco el esfuerzo y el coraje que un chico como él realiza para anular todo el peso que lleva en su frágil mochila. Una evaluación que no evalúa los méritos y deméritos por igual en un chico que cada progreso ( de salud o  académico ) se  transforma en una alegría: la fiesta de la vida.

El alumno acude al aula hospitalaria para pedir que le ayudemos. El peregrinaje es arduo: tutor, jefatura, dirección, inspección...todos se amparan en la legalidad y en el que ya es tarde. "Las actas están firmadas y se ha pasado el periodo de reclamaciones".

Me pregunto: ¿Qué es más importante la persona o la administración? ¿Es necesario formular reclamaciones formales? ¿ No es suficiente documento gráfico las huellas que marcan los surcos en las ojeras del niño? ¿Es necesario solicitar por escrito la empatía?¿Es necesario explicar toda esta parrafada a nadie que no te escucha?

En el sistema educativo todo está normativizado,pero acaso ...¿está humanizado?

Algunos docentes de hojalata deberían recorrer su particular camino amarillo para intentar recuperar un corazón que perdieron, seguramente, tras la magia que le otorgó el título de funcionario de la administración.

5 comentarios

  1. Qué rabia da!!! Me da rabia en casos menos graves, así que éste.... Pufffff. Mierdaaa de burocracia y legalidad inhumana!!!!!

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  2. Hay ocasiones en que uno siente vergüenza y rabia de ser docente. Ánimo, compañero. Que esto no haga ceder y cambiar un ápice tus ideas.

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  3. Te queda una sensación de rabia e impotencia cuando conoces situaciones como ésta. Al menos, el hombre de hojalata del cuento, sí que quería encontrar un corazón. En este caso, nos queda la duda.
    Un abrazo.

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  4. Yo tengo un par de palabros para mi sector: funcionarizados y curricularizados , equivale a no ver más allá del bosque de papeles que hay que solventar, en vez de ver situaciones y personas. Y plantearnos qué pretendemos conseguir. Así nos va a todo el sistema.

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  5. No imaginas lo identificada que me siento contigo y con realidad que acabas de contarnos... Parece mentira, ya no sólo por la profesionalidad que deberíamos mantener cada día y cada momento de cada día cuando tenemos una responsabilidad tan grande como la educación, sino por "respeto a la VERDAD". Ni las evidencias más expíicitas mueven las mentalidades más rancias ... qué falta de seriedad. Habrá seguir "dando voces" a tanto insensible...Te felicito por tu entrega, por tu fortaleza, por la cordura, la sensibilidad y la sinceridad con la que trabajas...por provocar en los demás las ganas de seguir adelante. Tu compañera desde el Sur, Almería

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